Mi mayor miedo hace veinte minutos era no volver a llegar a escuchar su voz. Su voz que parece que todo el tiempo me canta Brasil al oído, torpemente pienso en moles de hierro atormentándome y observando. Así, mientras el cielo mueve el amor, la luz deja su sobra pasar para que la claridad sucumba ante la delicia de acariciar con un muslo su muslo. Y entonces, no quiero creer que está pasando, pero sin darse cuenta la mujer, ya nos sobrepasamos al plano espiritual, y estono tiene que ver con las cosas dichas. "Esto,- ella dice- me recuerda que soy muda de naciemiento" Y pues claro, sólo escucho los pianos y los muslos rozarse uno con otro, mientras yo te acaricio, tu sigues pensando en escribir tu novela. He de quererme a mi mismo, mientras tu esquizofrenia pausada te evita la molestia de acariciarme sino crees que en ti estoy yo, pero tu egoísmo divide un Yo en dos amantes presas, de la sombra de la luz. Y Brasil
suena al fondo. Sin querer aplasto una mariposa.
9.12.06
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